martes, 29 de abril de 2008

Algunas apreciaciones sobre la música callejera en Barcelona

A raíz de algunos reportajes que me han hecho diferentes medios, acerca de la situación de los músicos callejeros en Barcelona, he decidido escribir algunas consideraciones al respecto.

Conociendo empíricamente la reglamentación y la política del resto de Europa para con los músicos callejeros, hago notar que Barcelona no es la única ciudad importante que ha tenido que poner una reglamentación, pero sí es la que peor lo ha hecho.

En primer lugar he notado que últimamente la gente se refiere a los músicos del metro como callejeros, seguramente gracias a la campaña oficial que muestran lo tolerantes que son con ellos. Esto tiene un motivo muy sencillo (aparte de que ya les va bien que estemos bajo tierra), y es que del metro NO SE VIVE. Esto no significa que sus músicos sean menos talentosos, ni mucho menos, sino simplemente que el dinero circulante es insuficiente para vivir. Normalmente un músico del metro vive de otra cosa. En la superficie, la situación es totalmente diferente. Y el problema no es que el dinero que la calle mueve en conjunto sea considerable, sino que el estado no tiene ningún control sobre él. Pero esto no es todo en lo que se refiere a "la calle".

Las personas que tenemos acceso de primera mano a la política oficial sobre este tema sabemos (el Convent de Sant Agustí también lo sabe) que el pensamiento de quienes deciden sobre este tema es que los músicos callejeros son MENDIGOS, y sobre ese concepto basan toda su política al respecto, sin decirlo públicamente puesto que no se sería compatible con su supuesto progresismo (no nos olvidemos de que son"socialistas"). O sea que, en resumidas cuentas, una persona que, como en mi caso, estudia y ejecuta un instrumento durante más de dos décadas, compone sus canciones, las graba, edita su cd, y sale cada día a TRABAJAR durante horas a la calle, sin ninguna cobertura social, es un mendigo, según el criterio de un grupo de funcionarios y políticos de conducta parasitaria sobre cuyo accionar pesa la responsabilidad de que Barcelona, (entre otras muchas calamidades) sea una ciudad con una vergonzosa contaminación visual y acústica (clásica acusación a los músicos), que triplica los niveles admitidos de polución (hay intimaciones formales de la UE a España para que haga algo al respecto), que es victima desde hace años de un grupo de especuladores que disparó al cuádruple el precio de la vivienda (todo un derecho hasta hace unos años, algo inalcanzable para un trabajador hoy), con obras públicas tan absurdas como prolongadas, costosas e ineficientes, y que ha sufrido un deterioro notorio en sus sistemas de salud y educación.

Esta elite enquistada en el poder que goza de todos los beneficios que su status social les brinda, no le da al ciudadano (que a través de los impuestos paga "sus sueldos y gastos"), ninguna explicación por estos desastres, pero en cambio, les hace creer que los protege (mediante persecuciones y multas) de maleantes como los músicos callejeros o los ciclistas (que aparcan en un árbol) porque nada pueden hacer contra el ruido, la contaminación, o la especulación, puesto que tocarían intereses económicos de grupos empresariales y corporaciones multinacionales de las cuales, ellos sólo son sus tristes marionetas.

La excusa de que (en relación a la música callejera) no son actividades representativas de Catalunya, de cuya cultura son guardianes, tampoco es razonable si tenemos en cuenta de que el 20% del dinero destinado a cultura en Barcelona (250.000€ que salen del bolsillo de los contribuyentes) van a parar en concepto de subvención, a dos empresas privadas harto lucrativas: el Sonar y el Primavera Sound, fiestas pastilleras que tampoco tienen nada que ver con la cultura catalana, en absoluto. Y éste es sólo un ejemplo.

En el accionar de estos señores se juntan la incompetencia, la soberbia, la corrupción, la hipocresía, la desidia, la ignorancia y la cobardía, por lo que no pienso prestarme a su juego de entrar en una discusión sobre si hay o no reglamentación (estoy de acuerdo en que haya), sobre si decibeles más o menos, o si en este punto se puede tocar o no, puesto que tengo muy en claro cuales son sus intenciones REALES detrás de la patética reglamentación callejera que tiene hoy Barcelona.

Si esta gente tuviese la valentía de reconocer públicamente su posición de rechazo total a la música, y a las expresiones artísticas públicas en general (o sea gratuitas, de las que no pueden extraer ni un duro de impuestos o permisos), seriamos quizás varios los que estaríamos dispuestos a dialogar.

Los datos antes expuestos fueron tomados de publicaciones y medios oficiales, ante cualquier duda sobre mis opiniones, quedo a la entera disposición de cualquier persona que me quiera consultar, pues la gente honesta puede sostener abiertamente su decir y su accionar, ante todo el mundo.


Germán Casetti
gcasetti@hotmail.com

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